Hola soy Lara y tengo 29 años, estoy casada y
tengo un niño precioso, soy rubia de estatura media 1.60 y rondo los 52 Kg, no
tengo un mal físico, ya que me cuido mucho, hago deporte una dieta equilibrada,
etc.
Soy heterosexual, pero hace unos meses me
ocurrió algo que me hizo dudar sobre mi sexualidad, algo que nunca me hubiera
imaginado y que a continuación voy a relatar.
Habitualmente, voy una vez al mes al mismo
centro estético para depilarme o hacerme alguna limpieza de cutis, como siempre
me recibieron atentamente y me invitaron a entrar a una de las habitaciones
para desnudarme y depilarme.
En pocos minutos entró Rosana, se presentó, ya
que era una chica nueva; me chocó su belleza sureña, 1.72 más o menos, piel
mulata pero fina y tersa como pocas he visto, enormes ojos grises y una
preciosa cabellera negra y rizada, recogida en una cola. Un cuerpo de envidia
que escondía bajo una bata blanca, cruzada que marcaba su cinturita estrecha y
se ceñía sobre unos glúteos apretados y muy bien puestos, una monada de chica.
Muy amablemente me preguntó que iba a depilarme,
yo le contesté que las piernas, ingles y axilas, lo habitual. Y procedió a
hacerme las piernas, sus manos eran cálidas, suaves y fuertes a la vez. Una vez
acabó con las piernas me hizo un comentario:
-Como te gusta llevar las ingles? (con un
delicioso acento cubano)
-Me gusta que estén limpias y no salga ningún
pelito.
-Te las hago bien metidas?
-Vale.
-Pues quítate las braguitas, así no te las
ensuciaré de cera.
Me quedé un poco cortada, ya que nunca me habían
hecho quitarme las bragas para depilarme, pero me las quité, pensé que era
mejor que no se mancharan.
Me abrió las piernas y empezó la depilación, a
pesar de que no es algo agradable, no me disgustaba, sus manos eran tan
suaves... lo hacía con mucha delicadeza, me apartaba los labios con su mano y
empecé a sentir algo que no había notado nunca en una situación así, el
clítoris empezó a palpitarme y mi respiración se volvió más rápida, de momento
lo controlaba.
Acabó con las ingles, iba a empezar con las
axilas y me dijo que me quitara el sujetador por el mismo motivo que las
bragas, intuí que me iba a gustar también, me cogió un pecho para apartármelo y
poder aplicar la cera bien, al adoptar la postura para trabajar sobre mi, puede
ver que por el escote de la bata le asomaba un precioso pecho con un pezón
negro como el más puro chocolate, duro apuntando a mi, no se que me pasaba,
pero no podía apartar la vista de aquella teta tan hermosa.
Yo estaba aun más nerviosa y mi respiración
empezaba a ser incontrolable, Dios mío¡¡¡ que me estaba pasando.
Acabó toda la depilación, y sacó de un armario
un bote con aceite de almendras y me dijo:
-Ahora te voy a echar un poco de aceite en las
zonas depilada, para que no se te irrite la piel. Relájate.
Cerré los ojos y empecé a respirar pausadamente,
para tranquilizarme, mis pezones iban a estallar y mi clítoris...creo que me
salía de los labios.
Empezó a masajear las piernas, iba subiendo
hasta las ingles y me abrió las piernas, aplicó aceite a toda la zona depilada,
es decir todo el coño, menos el pubis, masajeaba los labios con suavidad,
bajaba y tocaba el ano, introducía la punta del dedo, se me escapaba algún
gemido de gusto, pero no quería que se me notase nada, y ella me dijo:
-Tranquila, no te prives de mostrar tu gusto,
relájate y déjame hacer, te gustará.
-Bien. dije con la voz entrecortada.
Siguió masajeándome los labios, los abría y con
sus dedos llenos de aceite me acariciaba y me apretaba el clítoris, lo cogía
entre sus dedos índice y corazón y lo estiraba hasta que resbalaba, con su otra
mano me tocaba los pechos y me estiraba los pezones hacia arriba, me moría de
gusto; metió su cabeza entre las piernas y me chupaba el clítoris como no lo
había hecho antes ningún hombre, a la vez me metía un dedo por el coño y luego
dos, llegué al mejor orgasmo de mi vida en pocos segundos.
Me incorporé y abrí su bata enérgicamente, me
metí ese trozo sabroso de chocolate en la boca y lo saboree con la lengua, con
los labios, los dientes, bajé la cabeza chupándole todo el abdomen hasta llegar
a un coño precioso y limpio de bello, se sentó en el borde de la camilla con
las piernas abiertas y tenía frente a mi un precioso coño negro con un clítoris
rojo y brillante como una fresa, con la punta de mi lengua empecé a
acariciárselo hasta metérmelo todo en la boca y chuparlo con ansia, estirarlo,
besarlo, le metí los dedos para dentro y fuera, ella gemía de gusto y eso hacía
que tuviera más deseo, si aun cabía. Se corrió en mi boca, sabía a gloria,
aquellos flujos que emanaba aquel coño tan dulce y suave.
Con una toalla húmeda me limpió, me besó en los
labios y terminó la sesión de depilación.
Desde entonces voy cada quince días al centro
estético, sino a depilarme a hacerme cualquier otra cosa, mi marido dice que me
cuido mucho últimamente, si él supiera...
Yamilet / La Señorita Misteriosa